Es sábado. Me ve llegar al estacionamiento donde se ubica su taller, hace un movimiento con la cabeza como si tratara de adivinar quién es y, cuando me reconoce, sonríe y me alza la mano sin despegar el teléfono móvil de su oreja izquierda.
— ¿Todo bien? Tú, dime, ¿qué quieres hacer? ¿Te prendo las luces? Está muy oscuro, ¿no? ¿Quieres agua o algo más fuerte? – dice, me da la mano, pero no deja el celular que está hacinado entre su quijada y el hombro.
En la entrada hay cervezas y gaseosas con hielo dentro de un contenedor de plástico pequeño. Las puertas son de vidrio y tienen un letrero que dice Aerosol Warfare. Hay pequeños cuadros con pinturas indescriptibles, y en las paredes, varios grafitos: unos acabados, otros quién sabe. Cuestan cientos y otros miles de dólares.
En medio del salón, un carrito de compras amarillo yace adornado con decenas de latas de aerosol vacías. Más allá, uno de varios ventiladores hace correr una ventisca con un ruido leve, casi imperceptible.
— Dame un segundo. Es que llegó la música. Hoy tengo un evento, mi hermano.

Mario E. Figueroa Jr., más conocido como Gonzo247, en su taller ubicado en Houston. (Foto: José Luis Castillo)
Hoy el taller se ha convertido en galería. Vendrá mucha gente a ver los cuadros de Gonzo247 y de otros artistas. Entonces, sale a la calle a darle la bienvenida a un camión mediano de RedBull mientras envía mensajes de texto (o quizás chatea). No ha dejado el teléfono ni un segundo. Lleva puesta una camiseta roja y del cuello sobresale un collar artesanal con llamativas latas de aerosol en miniatura.
Su nombre de pila es Mario E. Figueroa Jr. Se cambió el nombre legalmente a Gonzo247. De eso hace ya hace más de 30 años, cuando inició en Houston —su lugar de nacimiento— el arte que hoy lo consagra como uno de los pioneros de la cultura urbana hip-hop en esta parte del estado.
Han pasado cerca de 10 minutos y no regresa. Sigue hablando por teléfono. Espero dos minutos más.
— Ya estoy listo – le escribo en un mensaje de texto y regresa de inmediato.
— Sorry man, ok, let’s do it.
Su taller, ubicado en la calle Jefferson, escondido en un tugurio cerca al centro de la ciudad, forma parte de la lista de lugares turísticos recomendados en la guía que ofrecen las autoridades municipales. Allí imparte clases a los jóvenes valores de la pintura de la calle.
— Recibo el apoyo de diferentes organizaciones en Houston y cada día ese soporte crece. Eso significa que la forma de arte que represento es reconocido y aceptado cada vez más en diferentes sectores de la sociedad.
En los últimos años, Mario ha presentado sus obras en diferentes ciudades de EE. UU, desde Miami (Florida) hasta Los Ángeles (California), El Paso y San Antonio (Texas). También, pinta murales para quien quiera obtener sus servicios. Sus trabajos están regados por toda la ciudad, desde universidades, centros médicos y calles más transitadas.

(Foto: José Luis Castillo)
Su meta es que existan en todo el país más lugares con paredes en donde más jóvenes puedan aplicar sus conocimientos a través del grafiti.
Hace poco, inició la creación de un mural que tendrá una extensión de 10,000 pies cuadrados, tan grande que será visible desde los aviones que aterrizan o despegan del aeropuerto William P. Hobby de Houston. La comisión de este trabajo forma parte de las intenciones del gobierno municipal para que Houston sea tomado en cuenta como una de las sedes para la Copa Mundial FIFA 2026 que se disputará en EE. UU.
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Entonces, y de repente, alza el índice derecho y me pide que hagamos una pausa. Mira hacia la ventana que da hacia la calle y, sorprendido, lanza un improperio.
— ¡What a f…!
Sale corriendo. Alza su teléfono móvil y empieza a tomar fotos. El camión de RedBull ha cobrado vida. De la parte trasera del vehículo se levanta una plataforma mecánica que a simple vista parece una carpa metálica. Una mujer levanta entonces unas láminas y caen dos bocinas gigantes. Saca una computadora móvil y un tornamesa. Empieza la música. Poco a poco va llegando más gente.

(Foto: José Luis Castillo)
Yo sigo adentro. No me había percatado, pero en el suelo del taller hay un dibujo azul, negro y amarillo que parece tomar vida, inicia en una esquina y termina en la pared derecha.
— Disculpa bro’, pero a eso tenía que tomarle fotos.
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Según explica, el arte del aerosol puede resultar un tanto difícil porque las latas en donde se envasa la pintura no están confeccionadas para efectuar trazos artísticos, algo que sí ofrece una brocha o un óleo.
— Nosotros, los artistas de la calle, convertimos lo difícil en una forma de expresión que muy pocos pueden lograr.
Gonzo247 empezó a pintar paredes a la edad de 12 años en la década de los ochenta, época en donde ya demostraba talento para el dibujo.
— Cada vez que salía a la calle sin decirle a mis padres lo que hacía, sentía que las paredes de la ciudad estaban esperándome. En esos años descubrí la música hip-hop, y en los discos y los casetes las envolturas tenían grafitos.
Hace otra pausa, levanta la mirada hacia la calle. “Se va a ir otra vez”, pienso. Me mira y prosigue.
— Es más que solo pintarrajear las paredes ¿Ya terminamos?
— Ahora solo necesito tomarte fotos — le respondo.
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Afuera la bulla de la música de la DJ de Redbull retumba el universo. Gonzo247 saca sus materiales y camina hacia una pared cercana para pintarla, como lo hace siempre en sus ratos libres, como ahora. Pinta bebés en posición fetal. Representan a los olvidados de las calles: los indigentes.

(Foto: José Luis Castillo)
— Cada uno tiene una vida. Están vivos, son seres humanos – advierte.
Camino unos metros para tomar fotos desde otro ángulo. Ya no lo veo. Levanto mi equipo y me voy. Antes de entrar al auto, levanto la cabeza. No está.
— ¡Gracias por todo! – le escribo en un mensaje de texto.
— ¿Cuándo saldrá el reportaje? – me pregunta casi en seguida.
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